4. Libros, biblios, filias y manías.

No hay nada como cachondear un libro.

Frase inmortal.

¿Alguna vez han repetido cierta palabra una y otra vez hasta que pierde sentido? La palabra víctima de tal experimentación pierde cohesión y se convierte en un hato de letras que perdieron significado. Pues bien, en estos días la saturación semántica me llevó a pensar nuevamente en el origen de las palabras cotidianas… uno de esos pasatiempos de infancia.

¿Por qué los libros se llaman así, y no con otra palabra que los designe? ¿Por qué usamos libro para referirnos al objeto, pero si hablamos de lugares relacionados apelamos al prefijo griego biblion? Y si hablamos de amor a los libros, ¿sería bibliofilia o bibliomanía? No, no me refiero a un sentido erótico. Si hay bibliofilia en ese sentido, he tenido la fortuna de no toparme con ella todavía.

Seguiré buscando datos al respecto para responderme a estas preguntas por claridad, pero por lo mientras les paso algunas cuestiones etimológicas sobre el libro, la biblioteca y estas cuestiones pasionales que se cuecen entre las páginas amarillentas. ¡Empecemos!

Libro

Libro suena a libre, ¿cierto? Sí, indudablemente el libro es un objeto liberador, pero estas palabras no provienen de la misma raíz, sino de términos muy parecidos. Libre, libertad y todas sus variantes provienen del latín lîber: crecer, liberarMientras tanto, la palabra libro surge a partir del latín liber (sin acento circunflejo), que era el término utilizado para referirse a la corteza de la planta con la que se hacía el papiro para la escritura.

Por otra parte, Biblios (βύβλος) era cómo los griegos denominaban a los rollos de papiro y, a su vez, era el nombre de una ciudad fenicia. No obstante, las controversias dadas por la transcripción de un sistema de escritura a otro hacen que relacionar a la ciudad con el libro (o el papiro) sea algo bastante rebuscado y poco eficiente. De aquí vienen palabras como biblioteca (βιβλιοθήκη: armario de libros) o  bibliografía (βιβλίο, libro y γράφω, escribir: disciplina que se ocupa de la descripción y estudio de los libros y sus ediciones)

Debido a que los vínculos más cercanos del español son con el latín, podría asumir que de tal hecho proviene la preferencia del liber sobre biblos al referirnos a los libros, pero no estoy dándolo por hecho porque no lo he corroborado y el sentido común puede engañar de vez en cuando. La palabra pasa a ser como la conocemos en este idioma hacia el siglo XII.

¿Amamos y enloquecemos?

Dos terminos peculiares que me he encontrado como intercambiables en varias ocasiones son bibliomanía y bibliofilia. En un sentido muy simplista y apelando a las lecciones remotas de etimologías durante la prepa, podría determinar que bibliomanía es una suerte de «locura por los libros», mientras que bibliofilia es «amor a los libros». Pero cualquier adolescente con tendencias románticas que yo nunca tuve podría decir «Valeria, no hay amor sin dosis de locura». Mmm…

La siempre infalibre Academia de la Lengua Española nos dice que bibliomanía es:

1. f. Pasión de tener muchos libros raros o los pertenecientes a tal o cual ramo, más por manía que para instruirse. 

Y que la bibliofilia no es otra cosa mas que:

1. f. Pasión por los libros, y especialmente por los raros y curiosos.

Entonces, la bibliomanía es tener libros por manía… ¿en serio, RAE? Pudiste haber hecho una definición mejor. La segunda definición no es de mucha ayuda tampoco, porque puede quedar inmersa en la primera. Si seguimos estas definiciones a pies juntillas ¿Todo bibliomaniaco sería un bibliófilo? Quizás, pero no viceversa. El bibliófilo gusta de los libros, pero no como meros objetos coleccionables y de ahí – parece – surge la diferencia.

Un artículo muy bueno (este mero) nos introduce al mundo de los bibliófilos, da un breve recuento histórico sobre tal fenómeno y nos da mejores pautas para distinguir entre un concepto y otro. Según la autora, el bibliófilo admira los libros, los considera un objeto digno de apreciación artística y son ávidos coleccionistas. El bibliomaniaco es un acaparador compulsivo que solo adquiere libros porque sí. Leerlos no es prioritario. El artículo cierra mencionando la tendencia anglosajona del book lover, quien también disfruta de presumir su lectura mediante tazas, separadores, camisetas y demás objetos con frases alusivas a la lectura. 

Pero si un lector se dedica más a la promoción de su imagen como lector que al mismo hecho de leer…¿Puede ser llamado bibliófilo? ¿No estaría más cerca de la bibliomanía, si la asumimos con una connotación negativa? ¿ ¿Siquiera vale la pena buscar diferencias entre ambos términos cuando pareciera que en la práctica sus límites son difusos? Mmm…

Si me preguntaran a mí, diría que soy bibliófila, bibliomaniaca, come – libros… pero nunca book lover. Puedo ser muy pretenciosa a veces, pero la idea de andar con una camiseta para demostrar que leo me parece absurda. No me va.


Para cerrar esta entrada, les paso otra palabreja al costo. ¿Habían escuchado de la bibliomancia?

Consiste en un arte de la adivinación originado durante los lejanos tiempos del Imperio Romano. Básicamente se abre una página de un libro y se da una interpretación del futuro basada en lo que dice el primer párrafo. También se realiza para quitar malas vibras y convocar angelitos que te cuiden. Aunque tradicionalmente se utilizan libros religiosos, los chamanes modernos pueden hacer gala de sus habilidades con libros afines a la personalidad del consultante. Así que ya lo sabes, puedes llevar tu libro favorito a que te adivinen el futuro. Si te funciona, me cuentas.

[Ahora ya lo he visto todo].

7 comentarios

  1. ¡Oooh! ¡Qué interesante! 😀 Y es verdad es necesario conocer la etimología de las palabras que usamos cotidianamente, muchas veces traen «significados ocultos». Por cierto jajaja no puedo con la frase inmortal.

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  2. Yo y otros amigos solíamos hacer bibliomancia en las plazas y jardines de mi ciudad como actividad de fomento a la lectura. Era muy divertido, sólo se ocupaban una vieja Olivetti, papelitos y libros variopintos. La gente hacía una pregunta y luego elegía tres cifras que se correspondían con el libro, la página y la línea y ¡bam!, allí tenían su respuesta. Pasaba de todo, desde que la respuesta era ininteligible con respecto de la pregunta y entonces había que hacer alguna interpretación sacada de los pelos, hasta que las dos cosas tenían todo que ver y el solicitante se sacaba de onda y de paso nosotros. A veces la respuesta resultada una página en blanco o una imagen o un número de capítulo; era muy emocionante porque nunca se sabía. La línea de la respuesta se las escribíamos con la Olivetti en un papelito y allá se iban, harto contentos o harto desconcertados y hasta enojados o tristes, o aburridos. Yo también, a veces, hago bibliomancia en la intimidad de mi casa, pero trato de más bien no, porque uno debe tener cuidado con lo que pregunta; no siempre se quiere saber realmente la respuesta.

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    • ¡Es una gran idea para el fomento a la lectura! Suena a que te divertiste mucho con tus amigos. A veces también me ha dado por hacerme preguntas y sacar la página con números ‘importantes’ pero siempre me han tocado sinsentidos. Me faltó mi diplomado en bibliomancia. 😁

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      • Jaja, en efecto era divertido, lo extraño, ya hasta me están dando ganas de abrir una consultoría privada de bibliomancia. Sobre los sinsentidos, no creas, los oráculos, como el de Delfos, tienen fama de hablar en frases oscuras o ininteligibles y a la mera hora se da uno cuenta de que algo de razón tenían 😉

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