John Steinbeck – Las uvas de la ira

El carbón no es un hombre, ni la sal ni el agua ni el calcio. Él es todo eso, pero es mucho más, mucho más; y la tierra es mucho más que su análisis. El hombre, que es más que la química, que camina sobre la tierra, que evita con su arado una piedra, que suspira por su cosecha, que se arrodilla en la tierra para comerse su almuerzo; ese hombre, que es más que sus elementos, conoce la tierra, que es más que su análisis. Pero el hombre-máquina, que guía un tractor por una tierra que no conoce ni ama, comprende sólo la química; y desdeña a la tierra y se desdeña a sí mismo. Cuando se cierran las puertas de hierro moldeado, se va a su casa, y su hogar no es la tierra.

Saludos, lectores. Estas últimas semanas se han cargado de ocupaciones varias que, más que impedirme leer, me han dificultado compartir un poco al respecto. El libro que ocupa la luna de hoy es lo que he estado releyendo en lugar de enfocarme en la lectura de mi tertulia mensual, pero no he podido evitarlo. Las uvas de la ira es una novela tan desgarradora que es imposible abandonarla una vez que se empieza. Es un relato de devastación que parece no tener fronteras.

Si tuviéramos que resumir la trama, podríamos decir que la novela aborda a los Joad, una familia de agricultores estadounidenses que, ante los embates de la Gran Depresión, se ve forzada a abandonar sus tierras y atravesar el país ante la promesa de un mejor futuro en California. La familia nada contracorriente en todos los sentidos: desde la impracticidad de acomodar a diez personas en un camión destartalado, hasta el cuidado desmedido de cada centavo ante la imposibilidad de expandir su presupuesto durante el viaje. Testigos y partícipes de la desolación en los caminos, convierten a California en la tierra prometida que alberga todos sus sueños y posibilidades de felicidad.

Los capítulos del libro comprenden dos líneas narrativas complementarias. Por un lado, están los capítulos referentes a la vida y acciones inmediatas de los personajes. Intercalados con estos, encontramos los capítulos que sirven para definir el contexto social en el que se desarrolla la trama. Es en esos capítulos donde se advierte que Steinbeck recurrió a las crónicas que había elaborado por encargo de The San Francisco Sun para que el libro fuera realista. Y vaya que lo consiguió.

La denuncia política y la carga discursiva en torno a la dignidad de las personas son elementos fundamentales en la novela, aunque también me llamó la atención el tema de la familia como eje de estabilidad individual y colectiva. La trama comienza con una familia que ha vuelto a completarse tras el regreso del hijo mayor que pasó tres años encarcelado. Aunque el banco los haya desahuciado, mantienen altas sus esperanzas y sueños. Sin embargo, cada vez que ocurre una desventura, el golpe de realidad y la consecuente reducción del optimismo se merma en concordancia con la gradual desintegración de la familia. Conforme el núcleo familiar se vuelve más pequeño, el entorno se torna más despiadado e implacable con los miembros restantes.

El libro tiene bastantes personajes, pero ninguno es sobrante o de pobre desarrollo. Las motivaciones de todos están claras y es inevitable empatizar con uno o más de ellos. Destacaría a Jim Casy, el predicador que ha abandonado su fe al comprobar que sus creencias (cada alma es parte de un alma más grande) son incompatibles con la religión institucionalizada. A través de Casy, el autor completa su crítica hacia los grupos de poder que conducen a su población a un escenario miserable: el banco, que acapara sin piedad; el gobierno, que aloja a la corrupción; y la Iglesia, que no hace nada por el rebaño que afirma proteger.

Seguramente, Las uvas de la ira será una lectura de peso para quienes no se hayan aventurado en ella todavía, y un triste comparativo de vigencia. Después de todo, la fuerza laboral sigue peleando una oportunidad de trabajo a cambio del trozo de pan.


Puedes encontrar algunos apuntes biográficos sobre John Steinbeck aquí.


John Steinbeck
Las uvas de la ira
México: Porrúa
494 pp.

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